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Más que un elemento paisajístico útil como referencia de ubicación para quienes están en Bogotá, nuestros cerros orientales han sido el telón de fondo de miles de historias de las más de 10 millones de personas que habitamos la capital y un santuario natural inspirador para quienes orgullosamente nos consideramos “montañeros”.
Desde la fundación de Bogotá, los cerros han sido protagonistas de las diferentes etapas de su desarrollo, y no siempre estuvieron vestidos de ese verde intenso y frondoso tan característico. Durante muchos años fueron objeto del abandono y explotación de una ciudad en crecimiento y que encontró en sus laderas los materiales para construir, el agua para beber y los animales para alimentarse.
Fue solo hasta la mitad del siglo XIX cuando se inició una incipiente reforestación, pero entonces no se consideraba necesario ningún tipo de institucionalidad que regulara la protección de los recursos naturales. Así pasaron más de 80 años, hasta que en la década de los 30, en el siglo pasado, la administración de la ciudad emprendió la reforestación de los cerros orientales en los predios del Parque Nacional, Monserrate y Guadalupe, pero con pinos, eucaliptos, acacias y otras especies foráneas que, aunque cumplieron con la función de recuperación de la capa vegetal, a posteriori evidenciaron serios problemas de afectación al suelo.
De acuerdo con la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca -CAR-, 17,65% de las especies de nuestros cerros orientales hoy, son foráneas o exóticas, compiten con especies nativas y las desplazan. El eucalipto, por ejemplo, requiere grandes cantidades de agua y ocasiona resequedad en los suelos. Al botar sus hojas muertas, el pino genera una especie de colchón vegetal que impide la correcta entrada de agua a la tierra y, en caso de incendio, conserva el calor en su interior. Y el retamo espinoso, sembrado en los cerros y páramos a mediados del siglo XX, al tener sustancias aceitosas en sus hojas, lo convierte en un peligroso combustible, altamente inflamable en épocas de sequía.
Conscientes de esta situación, desde la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, Eaab, venimos haciendo un juicioso trabajo de manejo de especies como el retamo liso y retamo espinoso y, para 2026 - 2027, implementaremos acciones de restauración ecológica en las cuencas de los ríos San Francisco y Las Delicias, así como en nuestros predios de La Calera, Monserrate, Cadillal, El Arrayan y Bagazal.
En cuanto al manejo del chusque, nuestras acciones estarán enfocadas en un área de 100 hectáreas, conforme al plan de restauración formulado por la Empresa. El objetivo es fortalecer la regulación hídrica y avanzar en la adaptación a los efectos del cambio climático, reafirmando nuestro compromiso ambiental.
Por último, con el objetivo de restaurar las áreas afectadas por los incendios del año pasado en los cerros orientales, nos estamos sumando a los trabajos de la Secretaría de Ambiente, sembrando especies nativas como alisos, arrayanes, cucharos y falsos pimientos.
Justamente esta semana, en compañía de la Secretaría de Planeación y el colectivo Caribe Afirmativo, subimos al sendero de la quebrada La Vieja para sembrar 44 árboles, con el propósito de rendir homenaje a las 44 personas de la comunidad Lgbtiq+ asesinadas durante el presente año. Con esta siembra buscamos generar conciencia frente a las violencias que aún persisten y promover una ciudad más justa, donde cada persona pueda vivir libremente y desarrollarse con dignidad, reafirmando así nuestro compromiso con la vida en todas sus formas.
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