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En las últimas dos décadas, Colombia ha registrado una notable expansión de su sistema financiero. Entre 2004 y 2023, el número de cajeros automáticos por cada 100.000 adultos creció 98,5%, mientras que la tenencia de tarjetas de débito y crédito aumentó 840% y 252%, respectivamente. El número de prestatarios en bancos comerciales subió 169,9% y el valor de depósitos y créditos como porcentaje del PIB también creció significativamente, reflejando una mayor penetración y uso del sistema financiero formal. Dos décadas de claros avances.
Según el Banco Mundial, la inclusión financiera implica el acceso a productos y servicios financieros útiles y asequibles -como transacciones, ahorro, crédito y seguros- prestados de forma responsable. Esta profundización financiera ha ganado relevancia como herramienta para reducir la desigualdad, al brindar a hogares y empresas vulnerables mecanismos para enfrentar mejor los choques económicos y permitirles avanzar en sus proyectos personales y productivos.
La literatura económica ha documentado consistentemente la relación negativa entre inclusión financiera y desigualdad. En Anif, publicamos recientemente un estudio que confirma esta asociación para una muestra de países latinoamericanos. En dicho trabajo, estimamos que un aumento en nuestro índice de inclusión financiera en los países de América Latina -construido a partir de múltiples indicadores- se relaciona, en promedio, con una reducción de 1,4 puntos en el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad del ingreso.
Para Colombia, encontramos que este índice aumentó 139% en el periodo analizado. Esta mejora en acceso y uso de productos financieros se asocia con una reducción de 3,4 puntos en el Gini. No obstante, dado que el Gini colombiano solo disminuyó de 55 a 54,6 puntos en esas dos décadas, nuestros resultados sugieren que los avances en inclusión financiera han tenido efectos positivos, pero limitados por otros factores estructurales, como la informalidad laboral, brechas en capital humano y deficiencias en la focalización del gasto social.
Reconocemos que este tipo de estimaciones puede estar sujeto a problemas de endogeneidad, es decir, que la desigualdad misma condicione el acceso al sistema financiero. Para mitigar esta preocupación, realizamos un ejercicio de robustez utilizando un índice de inclusión financiera construido a nivel regional, incorporando además variables exógenas como los precios internacionales de materias primas y los términos de intercambio de cada país. Estas variables capturan efectos del ciclo económico sobre la desigualdad.
Los resultados de este análisis adicional confirman que el efecto de la inclusión financiera sobre la reducción del Gini se mantiene negativo y estadísticamente significativo, validando nuestra conclusión principal, y en línea con la literatura.
En suma, los avances en inclusión financiera en Colombia no solo han permitido que más personas y empresas accedan a servicios financieros formales, sino que reflejan un mayor uso y relevancia de estos productos en la vida económica del país, contribuyendo al bienestar de las personas y a la reducción de la desigualdad. Desde Anif, hemos insistido en que la inclusión financiera debe entenderse como un medio, y no como un fin en sí mismo, para cerrar brechas estructurales y mejorar las condiciones de vida.
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